Es legítimo querer sostener un proyecto político o simplemente visibilizar una lucha a través de una campaña electoral, en ocasiones es inclusive tácticamente recomendable y puede sirve para concientizar y organizar. Es inadmisible considerarlo una tácita o implícita alianza con la derecha contra AMLO. Al mismo tiempo, una decisión de este calado requiere de una prístina definición política respecto de los objetivos de fondo, distinguiendo, por ejemplo, entre contenidos y proyectos pero también entre formatos: entre campañas electorales de lucha y campañas electorales orientadas a tomar el poder. Lo que es más problemático es lanzar unilateral y muy anticipadamente candidaturas de explícita representación sectorial, en este caso desde un movimiento indígena anticapitalista, antes de tener claro el panorama de las próximas elecciones presidenciales; sin siquiera contemplar la posibilidad de una candidatura o campaña anticapitalista unitaria; sin valorar si eventualmente las circunstancias ameritarían un voto útil hacia AMLO, si es que llegara a tener alguna posibilidad de ganar. Se vale aprovechar la tribuna que ofrece una coyuntura electoral, pero hacerlo de forma autoreferente, aunque sea legítimo, no contribuye mucho a las tareas que todos los anticapitalistas tenemos en frente y tendríamos que atender de forma convergente o por lo menos minimizando las divergencias.